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Cataratas III: Tutorial «arregla tu propio autobús en la Selva Negra»

Aquél día de agosto de 2008 fue uno de los más duros de mi vida, no por la humedad y estar en la frontera de dos países como Alemania y Suiza que no sabes si hablar en francés, inglés en alemán o por señas, sino porque aprendí a reparar un autobús y tuve que reinventarme todo el programa previsto para ese día con el grupo que llevaba de viaje (muy comprensivo, eso sí).

Salimos de buena mañana desde Basilea (Suiza) donde teníamos el campamento base para enfrentarnos a un rocambolesco circuito por Suiza. Dirección Alemania, objetivo Friburg. Viento en popa, un poquito de calor; visitamos la ciudad, la casa donde vivió Erasmo de Rotterdam, así como la catedral con sus llamativas gárgolas, incluso ayudé al guía local con unas inscripciones en latín que no conocía. Allí probé por primera vez la cerveza con granizado de limón en la plaza de Friburg. Vamos, una perlita de día. La guía local ya me había aventurado que el programa que llevaba con el grupo por la tarde, no valía la pena, que lo interesante era ir a Triberg para ver los saltos de agua o wasselfall, el corazón de la Selva Negra. Me apunté la ruta de cómo llegar, dónde parar, qué hacer por si las moscas, por si algún día volvía por la zona y saber de qué iba la cosa.

Día caluroso en Friburgo donde estas simpáticas gárgolas nos saludaban de buena mañana
Día caluroso en Friburgo donde estas simpáticas gárgolas nos saludaban de buena mañana

Operación arreglo autobús en plena Selva Negra

Abandonado Friburg todo pintaba perfecto; el conductor había encontrado una gasolinera que aceptaban «tarjetas de crédito españolas» y el grupo respiraba a gusto con el aire acondicionado del autobús. La tranquilidad se rompió con un ruido ensordecedor: «pummmmmmmmmmmmmmm». Jerónimo, el conductor del bus, enseguida me dijo «Jordi, eso es el manguito del turbo que ha petado». Oh my God! ¿y ahora qué hacemos?. El autobús funcionaba pero no tenía fuerza, de 50km/h no pasaba y era imposible llegar hasta nuestro destino y volver a Basilea, claro. Hubiésemos sido el hazme reír en la frontera, si es que ya de por si no lo éramos. Piensa Jordi, piensa, «què fem?». La gente del grupo muy amable empezó a darnos ideas, no queríamos asustarlos porque no era grave pero ante el aluvión de opiniones, decidimos devolver al grupo a Friburgo para que almorzaran allí y ver qué hacíamos nosotros con el autobús. De camino de vuelta a Friburgo vi una aparición, un mensaje, un milagro: en letras alemanas impronunciables aventuré la palabra: «kjabskdjaskdjasds SCANNIA», justo el chasis de nuestro autobús ¡gracias San Jorge por estos momentos!.

Tras dejar al grupo, el problema fue encontrar ese área de servicio de Scannia en pleno cinturón de circunvalación de Friburgo. Llamé a la mayorista de viajes para la que trabajaba y me dijeron que eran las 14h y que se iban a casa. Gracias. Solución, llamé a mi hermana y le pregunté  la dirección del servicio técnico de Scannia en Friburgo para meterla en el GPS y allí que nos fuimos Jerónimo, el autobús y yo.

Cuando llegamos al servicio técnico nadie hablaba inglés, ni por supuesto castellano. Menos mal que una administrativa entendía algo porque su abuelo era español. El problema es que no llevábamos herramientas suficientes en el autobús, porque el conductor ya había diagnosticado el problema hacia más de una hora: «ha petado el manguito del turbo». Total, que los alemanes de allí nos dijeron que el autobús tenía que ir al foso y que iban a inspeccionarlo debidamente y eso llevaría unas cuantas horas. Jerónimo, como buen conductor y defensor de las causas perdidas, en un alarde de heroicidad, le cogió la cabeza al «ingeniero de Scannia» y se la metió en el motor para indicarle que simplemente le faltaba la abrazadera al manguito de turbo «que había petado». Momentazo. El germano, aunque de altura bajita, salió con la cara negra, las gafas empañadas y sucio de grasa a más no poder: «¿ahora has visto que le falta sólo la abrazadera, no?. No os puedo reproducir en texto cuál fue su contestación 🙁

En Scannia nos comentaron que la hora salia a 180€ + impuestos. Les dijimos que el autobús estaba en garantía y ya se aclararían ellos con el concesionario,  pero que por el amor de Dios, nos dejaran herramientas, que nosotros lo arreglábamos. Total que manos a la obra, en pleno polígono industrial de Friburgo, ante la estupefacción de todos los ingenieros de Scannia nos pusimos a desmontarle el manguito averiguado, cambiarlo, quita abrazadera, desmonta intermitente, vuélvelo a montar, cable por aquí, cable por allí y de paso apretamos unos tornillos que parecían medio sueltos. ¡Adiós jkhbgasdfadasd Scannia!

La Selva Negra ofrece un espectáculo de cascadas, rincones y colores difíciles de olvidar. ¡Y eso que sólo vimos un pedacito!
La Selva Negra ofrece un espectáculo de cascadas, rincones y colores difíciles de olvidar. ¡Y eso que sólo vimos un pedacito!

Recogida del grupo en Friburgo y autobús arreglado: nos vamos a cataratas Triberg!!

Volvimos a por el grupo con el que ya había contactado previamente, hablamos de unas 38 personas. Fuímos recibidos con un estruendoso aplauso y ovación, me sentí un héroe en ese momento. Oreja y rabo. Propusimos que nuestro destino «según folleto» era imposible llegar y que podíamos ir a la zona de Triberg a ver las cataratas, los relojes de cuco y después de vuelta, iríamos al lago Titisse.

En 2008 el "camino" estaba libre y gratuito pero ya hacia presagiar que en breve cobrarían por entrar: Exactamente ahora 3.5€
En 2008 el «camino» estaba libre y gratuito pero ya hacia presagiar que en breve cobrarían por entrar: Exactamente ahora 3.5€

Camino de Triberg ya aventurábamos lo que se avecinaba, el paisaje de cuento, los ríos de fábula, vamos el paraíso germano hecho realidad. La guía de Friburgo me había indicado donde podíamos dejar el autobús para acceder a la zona de las cataratas o wasselfall como las conocen por aquellos lares. El acceso fue totalmente gratuito, estamos hablando de agosto de 2008, sin embargo, ahora por lo que sabemos el precio que se paga es de 3.5€ pero aún así, vale la pena aventurarse en aquél paraíso perdido, ese edén centro-europeo que bien le hubiese podido cambiar el destino a Adán y Eva.

Diferentes miradores salpican el recorrido posibilitando unas vistas espectaculares sobre las cascadas
Diferentes miradores salpican el recorrido posibilitando unas vistas espectaculares sobre las cascadas

Además el pueblo está totalmente «customizado» al estilo Schwarzwald (Selva Negra) con sus casas pintorescas, tejados preparados para las grandes nevadas y mucha alegría dispuesta para los turistas: flores de colores, limpieza absoluta e indicaciones por doquier de cómo acceder a ese rincón mítico de la Selva Negra, que es selva y negra según vox populi, porque cuando te adentras en los bosques no llegas a ver la luz del sol clarear de lo tupida que está la naturaleza.

Florecillas de colores contrastan con el verde tan peculiar de la Selva Negra
Florecillas de colores contrastan con el verde tan peculiar de la Selva Negra

Una aventura digna de película una película de Berlanga, como mínimo. El conductor y yo no habíamos comido y eran las 16h: la barriga hacia ruidos extraños y preciosamente no eran del Twitter. Compramos comida en un supermercado y seguimos camino de vuelta hacia Basilea pasando por el lago Titisse. Compartimos sandwich, agua, postre, servilleta; mientras él conducía, yo era el maitre. Pero aún el día daba para más: dirección a Titisse, no entendíamos los carteles, pero si la señal. Encima teníamos una cuenta atrás 500m, 300m, 100m hasta que nos vemos un enorme peñasco en medio de la carretera: ¡ñas coca!. La carretera estaba cortada por desprendimiento. Tuvimos que darle la vuelta al autobús como pudimos en medio de la carretera, cambiar la ruta y volver a Basilea lo antes posible para que no nos pasara ya nada más, por favor.

Peligro, desprendimiento
Peligro, desprendimiento

PD. Siento no haber hecho fotos de la cara del «ingeniero» alemán de Scannia, después de meterle la cabeza dentro del motor y sacarla negra como el carbón, gafas empañadas y claro, un pelín cabreado. ¡El horno no estaba para fotos!

Para que todo no sean sobresaltos, les dejo con una galería fotográficas de la Selva Negra a la altura de Triberg para que se relajen un poco:

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