Pletórico donde los haya, el palacio de Versailles recibe cada año cantidades impresionantes de visitantes que tienen que soportar colas enormes para acceder al recinto palaciego. Ya cuando lo estudié en historia del arte, no me despertó ninguna simpatía, ni como palacio ni como símbolo, pues es incompresible cómo puede haber gente que ante la escasez que padecían sus semejantes, sean capaces de gastar esa barbaridad de dinero. Bueno, no pasa nada; hoy sufrimos algo similar y aceptamos a muchos «ungidos por la gracia de Dios». El caso es que alquilé un precioso apartamento en Versailles dispuesto a pasar un par de días antes de mi vuelta a España y conocer de primera mano qué se cuece por allí: negarse a descubrir Versailles es como renunciar a ver las pirámides de Egipto por el mero hecho de estar construidas por esclavos o visitar el Valle de los Caídos: creo que de todo de obtiene una lección.

Vistitamos los jordines del palacio de Versailles

Dicho y hecho, Versailles se mostraba ante mi con esas trepidantes colas, chinos o japoneses por todos lados, rusos y demás modas de turistas de quién sabe donde… Total que el interior del palacio no me despertó ninguna atracción y decidimos pasear tranquilamente por los jardines estilo María Antonieta. Cuál fue nuestra sorpresa al advertir que eran de pago sólo un día a la semana «pues había música y un espectáculo de una fuente a ritmo de la música». Ese día es el martes y tuvimos la suerte o la desgracia de disfrutarlo (porque nos tocó pagar).

Husmeamos en varios blogs que recomendaban coger el tren que recorre los jardines para realizar una completa visita guiada sin cansarse; pues bien, ese día el tren funciona, pero no te lleva a los jardines, sólo a la zona del Gran Trianón y a unos jardines apartados que se hizo la caprichosa María Antonieta, por si no tenía bastante con los otros. Pues allí que fuimos pagando nuestra gloriosa entrada a disfrutar de los jardines de palacio de Versailles y ese espectáculo de agua al ritmo de la música.

Un impresionante espacio ajardinado cerca del Palacio

El espacio ajardinado es impresionante, qué les voy a contar que no sepan. Además ahora en 2013 se conmemora el 400 aniversario del nacimiento de «Le Notre», el arquitecto parisino responsable del proyecto. Por lo tanto, más leña al mono con reformas, pulcros verdes, espacios naturales de ensueño, arquitecturas fingidas, esculturas refulgente y un sinfín de detalles que se escapan a cualquier consideración humana, porque aquello, dejando el plano mundano y teniendo en cuenta que no se merece el divino, roza lo supraterrenal.

El colofón final fue el estanque habilitado para la ocasión donde el agua «danza» al ritmo de la música clásica, un juego de formas, sensaciones, reflejos, música y arte que conjuga con apurada plasticidad la naturaleza caprichosa del agua, con la majestuosidad matemática de la música. Vale la pena sentarse un rato y disfrutar de aquello. El mecanismo fue ideado en el siglo XVII y permitía que el agua se moviese al ritmo deseado: una propuesta novedosa que en pleno siglo XXI sigue generando expectación.

Por lo tanto, a pesar de tener que haber pagado entrada a los jardines y recorrerlos a pie, la experiencia fue incomparable, considerándonos afortunados de haber podido disfrutar de aquél espectáculo de naturaleza contenida, aderezada con música.