El pasado martes 9 de julio, 5 días después de mi glorioso cumpleaños, tuve otra misión especial: una excursión para cruceros con un grupo listo para disfrutar del mejor sabor español en una demostración ecuestre, degustación de productos gastronómicos y finalmente un bailoteo flamenco a base de rumba, sevillanas y lo que se tercie. Por supuesto el guía oficial seleccionado para este «show» fui yo, cosa que agradezco tremendamente.
Como sabrán, siento una pasión especial por los caballos, admiración que me ha llevado a leer libros, investigar sobre los orígenes del caballo de Pura Raza Española, debatirme con los puristas defensores del caballo Cartujano y viajar a un sinfín de lugares para disfrutar también de los caballos que allí se crían; Túnez, Turquía, Inglaterra o hasta Irlanda. En Irlanda recuerdo cuando fui a la remonta de cría caballar acompañado de uno de mis alumnos, hoy uno de los 5 mejores estudiantes de la Academia Militar Española.
En este devenir, la mezcla de caballo, flamenco y un poquito de sangría siempre queda simpática; aunque no soy muy «fan» del flamenco, una vez al año no hace daño. De todos modos, el show preparado no era de un flamenco profundo de las minas de la Unión, sino más bien algo sencillo y donde lo único que había de flamenco, era el traje y la estampa torera del rejoneador que nos hizo la exhibición.
Excursión para cruceros con demostración ecuestre
Primero pudimos comprobar las diferencias de las razas utilizadas con especial hincapié en el caballo de Pura Raza Española y su mezcla con el árabe para darle potencia y resistencia, por ejemplo. Tras una primera demostración con un pie a tierra, pasamos a un baile entre humano y caballo, el cielo y la tierra, la pasión con la entrega; la doma, elegancia y belleza pronto se manifestaron.
Seguidamente ya vino el «momentazo». Cuadro flamenco y a bailar: rumbas, sevillanas y lo que se tercie. Una cantaora, dos bailaoras y dos guitarristas: «oh Dios mío, no llevan percusión, ¡demasiado ortodoxo!». Y demostrando mis dotes extrovertidos, allí pedí un cajón flamenco para poder complementar con percusión al «cuadro flamenco» que más bien pasó a ser un «cuadro de Picasso». Tremendo aquello, al son de «on my way» del gran Sinatra, un grupo de americanos intentaba «palmear» al son la irrepetible canción de Frank en versión rumba… ¡tela marinera!.
Una mañana muy simpática y singular: caballos, rumba, algo de flamenco y todo esto aderezado con jamón, serrano, queso y cerveza americana budweiser. Faltaban unos nuggets de pollo y un happy meal 😉
